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A los españoles les gusta el cotilleo, los culebrones, los reality tipo Gran Hermano, más escándalos en Sálvame, historias de Palacios y luego está la vida real: Cuando te levantas temprano, preparas el desayuno de los niños y te das cuenta de que no hay suficiente leche y la mezclas con agua y con alguna lágrima que se te escapa.
Los niños entran bien al Colegio y sonriendo. Yo también soy muy feliz, es lo único bueno de no encontrar un trabajo digno. Tengo todo el tiempo del mundo para estar con mis hijos y educarles y cuidarles yo, no las extra escolares, ni los cotilleos de TV a la hora de merendar, ni internet, ni la vecina. Esto será, en un futuro, muy bueno para su estabilidad emocional. (No conteis este secreto, es posible que el Gobierno te cobre por ser feliz, igual que por utilizar el Sol).
Luego voy a comprar el pan y cuento las monedas a ver si me llega. Mientras, en la radio, escucho hablar a Pablo Iglesias. Todos en la tienda atienden con cara de cotilleo y de susto. ¡Para susto el mío si pierdo un céntimo y no me da para el pan!
Miro hacia la larga cola para pagar y me acuerdo del IVA y de Rajoy. A mi derecha hay unas tartas con una pinta buenísima, pero muy caras para mí y entonces me da tanta pena como el PSOE. Siempre les voté, pero me dan pena, porque van a arrastrar para siempre la pesada capa de la decepción. Las fiestas siempre pasan factura, decía mi abuela.
Por fin estoy llegando a casa, paso junto al buzón y miro hacia el otro lado para no ver tantas facturas. Hace mucho que no lo abro, desde Diciembre, cuando llegaron tantas cartas de Ciudadanos y demás, haciéndome preciosas promesas. Y entonces me reciben mis dos gatas, me hacen sonreír y olvidar el dilema de todos los días: hacerme un culebrón de cómo salir hoy adelante, sumergirme sólo en los cotilleos de la TV o escandalizarme con el reality show del Congreso.
Mientras hago la cama pienso en mi marido que trabaja mucho y se esfuerza tanto para hacernos felices.Y la sonrisa se me va rápido, recordando que llevamos ya un mes esperando, que los representantes de todos los votantes de España, se sienten a hablar y no son capaces ni de bajarme el precio de la leche y el pan, ni de ayudarme, para que mis hijos tengan una tarta en casa el día de su cumpleaños, o de bajar a la vida real, donde todos los días suena el despertador.
Despertemos ya, que esto no es un culebrón y seamos serios, que yo ya no estoy para más desfiles por salones de Palacio.
El político debe ser humano y la gente debe aparcar tiempo de cotilleo para sembrar tiempo de reflexión.
Yo no quiero un Palacio, ni tú, lo quieren ellos pero es de todos..
Maria Redondo
(Relato corto)
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